martes, 4 de octubre de 2022

BLANCO INMACULADO de Noelia Lorenzo Pino

Qué complicado es ser original actualmente en la novela negra, un género que ha ido evolucionando, cambiando, creando mestizajes interesantes. La novela negra pura se diluye ahora en novelas que mezclan el thriller, la novela policiaca, el "domestic noir", la intriga, los odios enconados del mundo más rural... y lo cierto es que hay tramas realmente entretenidas, que te mantienen interesada hasta la última página. También hay auténticos novelones, con una calidad abrumadora. Y algunas más de las que me gustaría muy amigas de sacar conejos de la chistera y jugar al efecto sorpresa, aunque sea traido por lo pelos o, en ocasiones, haciendo trampa, literalmente,cosa que me da bastante rabia porque me da la sensación de que les importa más ser sensacionalistas que la coherencia. Por suerte el catálogo de títulos es amplio y siempre se pueden encontrar novelas que conjuguen lo original con un buen hilo argumental, un desarrollo que quite el aliento y un buen final.

Leer Blanco Inmaculado me ha supuesto una agradable sorpresa porque el planteamiento es diferente: una comunidad cerrada, una secta, supuestamente pacífica, tranquila y de vida casi monacal y campestre, se ve sacudida por el asesinato de uno de sus miembros: una chica de catorce años. No llega a ser un miserio de "puerta cerrada", aunque se le acerque, porque al caserío del crimen no es difícil acceder. Noelia ha sabido construir una historia llena de silencios, de mentiras, de medias verdades, de mujeres fuertes y de un pasado que marca el presente de muchas maneras y no siempre de la forma que debería. Y todo ello en los montes que rodean Irún, con su naturaleza verde y casi salvaje. Sin más preámbulos, vamos a conocer al los Fritz.

TODOS LOS COLORES DEL MUNDO ESTÁN EN EL BLANCO

Los Fritz son una comunidad-santuario que permanece al margen de la sociedad y se dedican, para su mantenimiento y sustento, a la confección de prendas de vestir artesanales de gran calidad e inmaculadamente blancas. Pero su modo de vida ajeno a todo se va a ver sacudido cuando se produce un incendio en una de las habitaciones del caserío en que viven, en los montes de Irún. Cuando los bomberos acuden a extinguirlo, encuentran el cadáver amordazado y sin vida de una chica de catorce años, Ari, una de los miembros más jóvenes de la comunidad. El caso llega a la Sección de Casos de la comisaría de la Ertzaintza, que se va a ver obligada a lidiar con la poca colaboración y el hermetismo de los miembros de la secta, sometidos a unas reglas muy estrictas que se niegan a quebrantar. La Sección acaba solicitando la ayuda de la oficial Lur de las Heras, que se encuentra de baja por una enfermedad que cada vez limita más sus movimientos y a la que los médicos no encuentran explicación. A su lado trabajará la patrullera Maddi Blasco, una mujer llena de energía, que se va a convertir en el mejor apoyo de Lur. ¿Quién mató a Ari? ¿El asesino sigue en el caserío, pertenece a la extraña comunidad, o vino de fuera? Y si fue así, ¿qué motivo podría tener?

Realmente el escenario es de lo más atrayente, porque hay algo en las sectas y en este tipo de comunidades que nos llama poderosamente la atención. Recuerdo ahora el interés que despiertan desde hace mucho tiempo los miembros de la comunidad Amish, que se mantienen al margen de todos los adelantos técnicos y viven bajo lo que denominan un "estilo de vida sencilla". Granjeros y agricultores, muy religiosos y también muy peculiares para quienes los vemos desde fuera. Los Fritz, de alguna manera, me los recuerdan un poco. Esta comunidad, tal como se nos cuenta en la novela, tuvo su origen en Ibiza, en un matrimonio alemán que, ante la noticia de que no podían tener hijos, crearon un hogar para personas que se encontraban solas y buscaban otro modo de vivir. En la actualidad, los Fritz originales ya no existen, y un grupo de sus primeros "adeptos" dirige la organización.


Todo en esta comunidad está reglado, sometido a normas estrictas. Y todos visten de un blanco luminoso. Las policías van a descubrir una actividad empresarial realmente provechosa, sin ser un emporio, gracias a la venta de prendas artesanales que las diferentes "casas" de los Fritz, repartidas por España, elaboran con mimo y se venden realmente bien. En la comisaría todos los miembros del caserío en el que ha ocurrido el crimen mantienen la misma versión, sin fisuras. Y todos parecen devastados por la noticia de la muerte de Ari. Pero los Fritz tienen enemigos: vecinos cercanos al caserío y una organización que hace todo lo posible por "liberar" a miembros de la secta.

Un planteamiento que se te agarra con fuerza en cuanto empiezas a leer. Pero no puedo negaros que he notado algunos paralelismos (no creo que la autora los busque a propósito, pero sí son evidentes) con, por ejemplo, la trilogía de Baztán, de Dolores Redondo, y la de la Ciudad Blanca, de Eva García Sáenz de Urturi. De la primera, por el paisaje, salvaje, verde, profundo, con un toque inquietante. Y, de las dos, el pequeño "ritual" que Lur realiza cuando llega hasta el cadáver de Ari, que me recuerda al que tanto Amaya Salazar como el Kraken hacen en situaciones similares. Y en un momento muy concreto sí hay un detalle (pequeño) de conejito saliendo de la chistera, pero que no afecta en absoluto a la trama principal ni a la resolución. Ya conocéis mi vena tiquismiquis.

Las descripciones de los paisajes son muy sensoriales, llenas de matices, pero sin caer en párrafos eternos. La humedad, los colores, la textura del suelo, cómo cae la noche... Los olores son también una constante a lo largo de las páginas, tanto los buenos como los malos. La comida, la ropa confeccionada por los Fritz, el olor de la lluvia en el monte... y también el olor a quemado, a peligro. Entre líneas, pero muy evidente, la crítica hacia un sistema de vida en la comunidad Fritz donde las mujeres apenas tienen un papel relevante y están sometidas en todo a los hombres. Lur y Maddi, por su parte, sn dos mujeres fuetes y sensibles a la vez. La autora huye de los esterotipos de mujeres duras, solitarias y cargadas con algún trauma: normaliza el papel de la mujer en la policía. Trabajan con y entre hombres, pero no tratan de quedar por encima o hacer reclamaciones artificiales.

Me han gustado mucho las pequeñas historias que se cuentan de la vida de miembros de la secta, de cómo llegaron a ella y por qué, de su deseo de pertenencia a un grupo, de verse arropados y queridos. Todos cuidan de todos, pero cuando necesitan ayuda externa no la piden. También las escenas de la vida persona de Maddi, casada también con un policía, que debe lidiar con los celos de él por haber conseguido estar en una investigación de asesinato. Todas sus situaciones cotidianes, los silencios y los reproches que van emponzoñando la relación y la convivencia. Pero Maddi no dará su brazo a torcer ni perderá una gran oportunidad profesional simplemente por tener la fiesta en paz.

Detrás de este Blanco Inmaculado hay muchas sombras, muchas esquinas oscuras. No todo es tan radiante ni tan idílico. Y la mejor metáfora de ello es el contraste entre la limpieza impecable del caserío y el desván que hay arriba, lleno de trastos, sucio y húmedo. Una buena novela en la que el misterio, al final, va a tener muchas caras y muchos hilos de los que tirar. A veces solo hay que saber mirar debajo de las limpias alfombras.


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