viernes, 19 de enero de 2024

EL ÁRBOL DE LA DANZA de Kiran Millwood Hargrave

 

Hace ya tiempo que me enamoré de los títulos que publica la editorial Ático de los Libros. En ensayo tienen auténticas joyas (uno de los más recientes, El olor de la Edad Media, me tiene absorbida estos días) y las novelas se salen por completo de las "modas" habituales. Arriesgan en la elección y aciertan siempre, además de la extraordinaria calidad de sus ediciones. Cuando vi el título que hoy os traigo en su catálogo, me quedé prendada: basado en hechos históricos reales, aunque sorprendentes, su resumen era cautivador. Hoy puedo aseguraros que ha sido de mis mejores lecturas de 2023. Una historia apasionante y muy diferente a lo que estamos acostumbrados a leer, que intriga, emociona, sacude, indigna y sorprende. 

Su autora, Kiran Milwood Hargrave, es una poetisa y novelista inglesa sorprendentemente joven, con un bagaje académico extenso y que ha ganado varios premios literarios de prestigio, además de estar siendo publicada en quince países diferentes. Reconozco que antes de leer El árbol de la danza no la conocía, pero me ha ganado como lectora, sobre todo por la manera en que es capaz de meternos en la historia hasta el cuello y que sintamos el calor, el miedo, las dudas, la tristeza, la angustia, la miseria. Para mí ha sido una auténtica y fantástica sorpresa que no me canso de recomendar. Nos vamos a Estrasburgo, en 1518, y a un verano terrible...

QUINIENTAS OCHENTA Y SIETE BAILAN

El verano de 1518 en Estrasburgo está siendo abrasador. Jamás se había vivido algo así. El calor y la sequía hacen estragos entre la población, la comida escasea y muchos habitantes mueren sin remedio. Una mujer empieza a bailar en la plaza de la ciudad como llevada por una fuerza desconocida y lo hace durante días y sin descanso. Muchas más, cientos, irán siguiendo su ejemplo y los gobernantes de la ciudad, desbordados y asustados por la magnitud de lo que sucede, convocan un consejo de emergencia. En las afueras de Estrasburgo vive Lisbet en una granja, junto a su marido y su suegra, dedicados al cuidado de las abejas y la venta de la miel y la cera. Está embarazada de varios meses y, aunque ajena de momento a lo que sucede en la ciudad, su vida tranquila se ve sacudida por la noticia de que su cuñada, Nethe, hermana de su esposo, vuelve a casa tras siete años en un monasterio de las montañas al que fue enviada como castigo por un delito que nadie quiere contarle y que Lisbet quiere descubrir a toda costa. La epidemia de los danzantes estremece las calles de Estrasburgo mientras Lisbet se va a ver envuelta en una peligrosa red de engaños y silencios, mientras lucha contra sus propios miedos.

Lo primero que me gustaría resaltar es que esa epidemia de baile ocurrió de verdad ese verano en Estrasburgo. La primera mujer que comenzó a bailar, tal como señalan las crónicas, fue frau Troffea, y es ella quien  inicia la novela, en la plaza del mercado. Hace días que no come, busca entre la basura y entre los puestos, que apenas tienen nada que ofrecer, tratando de encontrar aunque sea un pedazo de pan mohoso. Y de pronto, en la debilidad y la angustia, comienza a bailar de forma descontrolada para pasmo de todos los presentes. 

Fuera de la ciudad, Lisbet tiene sus propias preocupaciones. Embarazada, siempre en tensión por la posibilidad de perder al bebé, trabajando en la granja, con una relación tirante con su suegra y un marido seco y poco comunicativo, deja pasar los días en sus rutinas habituales. Pero todo se le trastoca cuando se entera de que su cuñada Nethe, a quien no conoce, vuelve de su "retiro" en las montañas tras haber cumplido un castigo. Aunque intenta saber qué pudo suceder para que Nethe  sufriese aquella condena, choca contra el silencio. Además, cada vez que acude a la ciudad con su amiga Ida para ayudar a quienes no tienen nada de comer, que cada vez son más, su ánimo se resiente por lo que ve.


Lisbet es, con mayúsculas, un personaje inmenso, lleno de matices, con quien te identificas rápidamente. Físicamente parece frágil, pero tiene un gran coraje a pesar de vivir con el miedo constante a perder, de nuevo, al bebé que espera. Y es que Lisbet ha sufrido ya varios abortos. Demasiados. Eso ha hecho que su esposo y su suegra la consideren casi una mujer incompleta e inútil, a pesar de todo lo que hace en la granja. El dolor por sus bebés muertos y su recuerdo los honra en un lugar escondido y propio: un árbol adornado con cintas y pequeños objetos, en el que cada cinta es una vida que quedó truncada en su vientre. Por si la llegada de Nethe no fuese suficiente para desestabilizar todo su mundo, les llega la noticia de que las autoridades de la ciudad pretenden multarles porque sus abejas, ante la falta de flores, han llegado a libar hasta un recinto religioso cercano. El marido de Lisbet ha de partir a Heidelberg para reclamar una sentencia que podría condenarles a perder todo su modo de vida.

El árbol de la danza es una novela de mujeres fuertes, a pesar de que, en la época, les tocaba vivir en penosas condiciones, sometidas y silenciadas. Lo es Lisbet y lo es su suegra, aunque no termine de caernos bien. Pero también lo son Nethe e Ida. Nethe por haber soportado siete años de infierno en un lugar horrendo y ser capaz de rehacerse. Ida, con su casa llena de hijos que son la envidia de Lisbet, que aguanta sin rechistar los golpes de su esposo y siempre tiene una sonrisa y un abrazo para su amiga.

Si hay algo brutalmente real en El árbol de la danza es la atmósfera que rodea todo lo que sucede. El terrible calor, tan impropio de la zona, que lo abrasa todo y que llegas a sentir en esas casas mal ventiladas, en los amaneceres en jergones de paja anegados en sudor, en el sol que castiga sin dar una tregua. Ese mismo calor que llena las calles de Estrasburgo de pestilencia y miseria, con el hambre convirtiéndose en dueña y señora de muchas familias. Y el encuadre histórico lo logra la autora introduciendo referencias de sucesos concretos: no solo la epidemia de baile, también la revuelta de Joss Fritz (que buscaba la supresión de las servidumbres y que los bienes de la iglesia se repartieran al pueblo), que se menciona en más de una ocasión, sucedida años antes. Incluso el meteorito caído en un campo de trigo en Ensisheim y que también marca, y de qué manera, la existencia de Lisbet.

El árbol de la danza toca temas terribles y más de un tabú. Los malos tratos, las sentencias injustas, el reparto de la riqueza, el hambre en su peor versión, la discrecionalidad  de las autoridades, que hacían y deshacían a su antojo, el miedo a lo desconocido, la fe mal entendida. Pero sobre todo es un alegato para hacer visible cómo las mujeres eran ya no solo ciudadanas de segunda, sino consideradas poco más que paridoras y bestias de carga a las que no se les permitía, siquiera, sentir. Porque Lisbet, a pesar de sus abortos, sigue deseando a su esposo y él la desprecia de muchos modos y "cumple", simplemente, por conseguir ese hijo que se les ha negado hasta entonces. Es desgarrador ponerse en la piel de Lisbet, a quien solo Ida ampara, entiende y muestra cariño. La llegada de varios músicos ambulantes, a dos de los cuales Lisbet ha de acoger en su casa por orden de las autoridades, supondrá un extraño revulsivo.

Si tenéis ocasión, por favor, no dejéis de leer El árbol de la danza. Lo tiene todo para ser una lectura única y especial, de esas que se quedan con nosotros durante mucho tiempo después de leerla. Y eso, en estos tiempos de literatura de usar y tirar, es un pequeño milagro. Os aseguro que os emocionará, indignará y atrapará a partes iguales. Por cierto, fue fabuloso compartir lectura y comentar la novela con Ren, de Momoko Blog, en el podcast del Certamen de Novela Histórica: nadie como ella para ahondar en los recovecos de una historia como esta.


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