Conocí a Blas Ruiz Grau en las redes sociales, como creo que le ha pasado a casi todo el mundo. Me han llamado siempre la atención su frescura al escribir, su coraje, su amor por la vida y por los suyos y le sigo a menudo en los artículos que publica en Zenda. Pero, y aquí agacho las orejas con cierta vergüencilla, jamás había leído ninguna de sus novelas. Compré para mi Kindle Siete días de marzo cuando se publicó en Amazon y allí se quedó, porque el Kindle decidió dejar de funcionar de un día para otro. Y regalé ¡Que nadie toque nada! a mi sobrina, aprovechando que estaba a punto de acabar la carrera de Criminología. La noticia de que Blas daba el salto de la autoedición a una editorial de peso, como es Ediciones B, me alegró porque es de estos autores que se les ve el empeño y la ilusión que ponen en lo que hacen. Tuve la suerte, además, de que nos programasen un encuentro con él antes de su presentación en Madrid, para poder conocer pormenores de la novela.
Hoy, con la novela ya leída, tengo una sensación extraña, como una especie de irritación efervescente. La empecé con ganas, la historia prometía y el arranque parecía el inicio de una estupenda aventura lectora. Y aunque el argumento tiene su intriga y buenas dosis de misterio, hay muchas cosas que me han sacado por completo del libro e, incluso, tuve que dejarlo un par de días porque empecé a enfadarme mucho y necesitaba darme un respiro. Blas me cae muy bien, me parece un tipo fantástico, por eso esta reseña me cuesta tanto. Pero, honestamente, creo que tengo que hacerla con todo lo que conlleve. Solo espero ser capaz de explicarme correctamente.
PUEBLO PEQUEÑO, INFIERNO GRANDE
Carlos Lorenzo es un brillante abogado de éxito que ejerce en Madrid y que jamás deja nada al azar o a la improvisación. Cumple a rajatabla los estrictos horarios que se ha marcado y todas y cada una de las rutinas creadas por él en las que se siente cómodo. Por eso recibir una llamada de la policía en la que le comunican que su padre, Fernando, se ha suicidado, hace tambalear todos los cimientos de su tan ordenada existencia. Carlos se ve obligado a desplazarse a Mors, un pequeño pueblo de la provincia de Alicante en el que su padre residía, para hacerse cargo de los trámites. El problema es que hace casi veinte años que Carlos no sabía nada de él, desde que les abandonó a su madre y a él para no volver nunca. Completamente descolocado intenta, simplemente, pagar lo que haga falta a la funeraria y dejar el tema zanjado para volver a Madrid cuanto antes. No quiere saber nada, no quiere complcaciones.
Pero no va a ser tan sencillo. Mors, un pueblo tranquilo (en el que nunca pasa nada, como repiten sus habitantes a menudo) que también se encuentra sacudido por la noticia y por la negra novedad, va a convertirse, muy a su pesar, en el lugar en el que Carlos ha de permanecer más tiempo del que le gustaría. Un mensaje oculto de su padre en una pieza de ajedrez, un inexplicable y terrible suceso en el tanatorio y la aparición de un segundo cadáver, esta vez asesinado, son el inicio de una espiral de muertes y sospechas. Nicolás Valdés, un inspector novato, es el encargado de una investigación que se va complicando a cada hora que pasa y que parece no tener fin.
En otras ocasiones ya he comentado cuánto me gustan las novelas negras o los thrillers ambientados en el mundo rural. Aquí es donde los odios más enquistados pasan de generación en generación, como las herencias y donde nadie, al parecer, olvida. Ni lo bueno ni lo malo, especialmente esto último. En No mentirás nos encontramos un pueblo pequeño, en el que todos se conocen y parecen saber la vida entera de los demás, y en el que sucesos como los que comienzan a ocurrir hacen que se sospeche hasta del aire que respiran. Nadie se siente seguro y cualquiera es un posible asesino.
Es cierto que la novela de Blas se lee con rapidez, que es intensa y te lleva de un escenario a otro sin pausa, sin dejarte apenas respirar. También es cierto que ha intentado crear una trama enrevesada y hasta cruel, con un asesino en serie que va cambiando su modo de actuar en cada crimen haciendo que toda la investigación se complique muchísimo. Y, para quienes han leído los libros anteriores de Blas con Nicolás Valdés como protagonista, La verdad os hará libres y La profecía de los pecadores, seguro que encuentran un aliciente extra en conocerle cuando era un novato lleno de dudas y, muchas veces, superado por los acontecimientos y un hecho del pasado que no deja de martirizarle. Asimismo encontramos diálogos rápidos, naturales, sin ninguna impostación, que hacen que nos parezca estar escuchando a los protagonistas.
Y ahora vamos con la parte que hubiese preferido no tener que escribir. Por encima de todo quiero dejar claro que Blas me parece un tipo fantástico que pone mucho corazón en lo que hace. Y, en ningún caso, querría que tomase lo que voy a decir como un ataque personal ni como un intento de boicotear su novela. Respeto y admiro profundamente el trabajo de los autores y creo que me conocéis lo suficiente para saber que hacer "sangre" gratis no es mi estilo.
¿Por qué la novela no me ha convencido¿ ¿Por qué tengo esta sensación (y perdón por la expresión) de cabreo? Supongo que algunos recordaréis el post que escribí hace unos días quejándome del poco mimo en cuanto a corrección y edición que parece haber últimamente. Para los que no, lo podéis leer aquí. En más de una ocasión he estado tentada de dejar la lectura de No mentirás porque era tal el cúmulo de errores que se iban apilando, página tras página, que me salía por completo de lo que estaba leyendo. Repeticiones innecesarias, palabras mal usadas, frases impersonales mal construídas, loísmos constantes... Puedo entender, y lo dije en el post que antes mencionaba, que un autoeditado caiga en estas cosas pero ¿una novela publicada por una editorial de prestigio se puede permitir estos lujos? ¿Dónde está la corrección del texto, dónde la labor de la editora y la editorial?
Puedo poner muchos ejemplos, pero solo voy a hacer mención a los más flagrantes o los que de peor humor me han puesto. Una de ellas, que llama mucho la atención y más teniendo en cuenta que Blas ha publicado un libro dedicado a la investigación forense, es que en un determinado momento habla del departamento de DACTILOGRAFÍA (palabra que define la técnica de escribir a máquina) en lugar de hacerlo del de DACTILOSCOPIA. Bueno, quiero pensar que puede tratarse de un fallo de transcripción, aunque digo yo que en las correcciones del propio autor y las de la editorial deberían haberse percatado del error y haberlo corregido. Aunque lo que más me ha dolido es el constante mal uso de la palabra PERTINAZ porque, además, aparece en varias ocasiones. Me temo que Blas ha confundido este adjetivo con PERTINENTE. Por ejemplo en la novela se dice que "lo etiquetó de manera pertinaz", "tras el pertinaz saludo" o "tras las pertinaces explicaciones". En esos momentos me sentí realmente mal como lectora. Quizá puede ser que Blas no tenga claro el significado del adjetivo pero ¿de verdad no lo ha visto nadie más? ¿Nadie ha podido explicarle que se había equivocado?
Lo del lenguaje malsonante puedo llegar a perdonarlo en función de la tensión creciente que los protagonistas van viviendo, pero me ha parecido excesivo en bastantes ocasiones. En un mismo párrafo podemos encontrar la palabra puto/a en tres ocasiones y no hablemos ya de una página entera. Pero, como digo, es una licencia que, con buena voluntad, se puede dejar pasar en función de la naturalidad de los diálogos que, como os decía antes, son directos y sin florituras, aunque ya os digo que, personalmente, a mí llegaba a sobrarme. Las repeticiones de ciertas frases sí que me hicieron caminar a trompicones: brazos en jarras, con pelos y señales, jugar a jueguecitos, prueba dubitada (por señalar los más habituales) eran como agujeros en los que me caía constantemente. Tampoco es que el estilo de Blas sea muy ortodoxo, y eso no es malo en sí mismo, pero sí que le hace caer en una redacción pobre, con una sintaxis que, lo digo desde el respeto y el cariño, debería haber revisado con calma y con varios pares de ojos ajenos que repasasen y retocasen lo que él, como autor y desde dentro, seguramente ya no acierta a ver
Respecto al final del que, obviamente, no voy a contar nada, tampoco he quedado demasiado contenta. Demasiadas cosas en el tintero o sin explicar. Sobre todo sin explicar. Además de ser tremendamente enmarañado, trata de liquidarlo en apenas tres páginas dejándome con la sensación de que se han quedado muchas preguntas sin respuesta o, las que les da, no me han resultado muy plausibles. Según nos explicó Blas, se trata del primer volumen de una trilogía, quizá haya que esperar a las próximas entregas para tenerlo todo claro. Y eso tampoco me consuela.
Supongo que esta reseña va a ser una voz discordante entre tantas buenas opiniones que está cosechando No mentirás pero, ante todo, he querido ser sincera. Estoy convencida de que Blas irá puliendo estilo, vocabulario y redacción y confío en que la editorial que ha apostado por él le ayudará en la tarea. Escribir es una carrera de fondo, lo que importa es la distancia recorrida y sentirse satisfecho al final, a pesar del cansancio. Así pues, a seguir adelante y a seguir disfrutando con lo que haces, Blas.