Los escritores Julio Alejandre y Alicia Vallina nos hablaron de sus últimas novelas (La corona del mar y La hija del mar, curiosa y feliz coincidencia en cuanto a títulos) y Javier Santamarta y Paco Álvarez nos desglosaron detalles de sus recientes ensayos (Esto no estaba en mi libro de Historia de la Primera República y Rosa Rosae: Escándalos en la Roma clásica). Además tuvimos ocasión de conocer los lugares más emblemáticos de Santa Elena y el Museo de la Batalla de las Navas de Tolosa. Para mí era la cuarta visita al museo, pero, como siempre, disfruté de su precioso ventanal, sus nuevas piezas, su mirador... y la explicación de la batalla que hace como nadie Pilar Muñoz, guía del museo. Si pasáis por allí, por favor, no dejéis de escucharla.
La entrega de premios del certamen de relato me permitió, además, reencontrarme con María José Moreno, que obtuvo el tercer lugar. Con todo ello, solo puedo sentirme feliz por haber estado allí, por saber que cuentan conmigo y agradecer a nuestros anfitriones su generosa hospitalidad y el esfuerzo realizado para que todo saliese de maravilla. Confío en que sea la primera edición de muchas más en el futuro. Y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, quiero dejaros el relato que escribí para el que fuese publicado con los ganadores y finalistas del concurso. Este, como el resto, está en el libro Fe, honor y batalla. Relatos de las Navas de Tolosa 1212 y cuenta con prólogo de Alicia Vallina y epílogo de Javier Santamarta, además de otros relatos de los participantes en las jornadas. Por favor, sed benévolos...
EL FINAL
Se miró la mano derecha. Ni siquiera la reconocía. El dolor le mordía todo el brazo como un animal furioso y ya no era capaz de asir su propia espada. De rodillas en la tierra ardiente, empapado en sangre propia y ajena y con la sed abrasándole la garganta, trató de encontrar aliento y fe mirando a su espalda, a la tienda en la que el Príncipe de los Creyentes contemplaba la batalla. Nada estaba siendo como esperaban. Algo en el ambiente había cambiado. Invisibles hilos de temor y zozobra se enredaban en sus posiciones como dedos fríos de muerte. Los gritos que, en la mañana, vibraban con la segura victoria contra los infieles, ahora se tornaban en inquietud y preguntas en voz baja. ¿Acaso su gran emir ya no contaba con la gracia de Alá?
El campo de batalla parecía propicio, los infieles debían luchar cuesta arriba y eso, durante las primeras horas, sumó a su favor. Pero su mejor baza, la caballería, ligera y letal, vio mermada su eficacia en el ataque al quedar los flancos cortados por dos inesperadas corrientes de agua. Hasta la naturaleza parecía aliarse con sus enemigos.
Había perdido la cuenta de cuántas vidas se habían quedado para siempre en el filo de su espada desde que el sol se asomó por el horizonte esa mañana. Era la misma espada que blandió su padre años atrás, cuando se humilló el orgullo de Castilla y que le había cedido, emocionado, días antes de su partida hacia el norte con las tropas de al-Nasir. En aquella hora aciaga también le resultaba extraña: la sentía más pesada, como si buscase caer, agotada, sobre aquella tierra que ya no sería suya.
De pronto lo sintió. La tierra entera pareció presta a resquebrajarse bajo el trueno de cientos de cascos lanzados al galope, como si fuesen a abrirse las puertas del infierno. Un muro aterrador de monturas, jinetes y lanzas cubrió por completo el horizonte, creciendo inexorable en una carga feroz que auguraba el fin de todo. Sus ojos quedaron fijos en el estandarte con fondo intensamente rojo del rey de Castilla, que tremolaba con rabia en el centro del ataque. Muchos hermanos le sobrepasaron corriendo, tratando de escapar de lo inevitable. Detrás de él, en el palenque, las líneas de defensa comenzaron a deshacerse. Se supo sentenciado. Antes de que la carga cristiana arrollara todo a su paso y le cegase para siempre, solo acertó a pensar que no volvería a ver el mar.
Qué bien lo pasamos querida amiga. Una organización perfecta para ser la primera edición y me sorprendió la juventud de los que llevaron adelante esta iniciativa. Me encanta tu relato. Confieso que fue el primero que leí, la amistad es lo que tiene y además sé de tu buen hacer. Los demás son también estupendos y merecen una lectura.
ResponderEliminarMadre mía, que buen relato... ¿No podías continuar, por fa?
ResponderEliminarComo me alegro que tanto Belén cómo tú disfrutarais del evento.
Felicidades a los organizadores y felicidades a vosotras, qué grandes sois. Besos. Natalia
Que interesante Yolanda!!!! Me encanta, gracias por compartirlo y felicitaciones por tu trabajo.
ResponderEliminarSaludosbuhos!!!!