Para los desmemoriados, el embalse de Riaño, en la provincia de León, se llevó por delante la existencia de hasta nueve pueblos en 1987, que fueron desalojados previamente por las bravas. Un embalse que llevaba proyectado desde principios del siglo XX, pero que por motivos diversos y muchos retrasos no se llevó a cabo. Hoy ya no recordamos las movilizaciones sociales que se produjeron, las manifestaciones, ni siquiera el suicidio de uno de los vecinos que se negaba a abandonar su casa. Un incipiente movimiento ecologista alzó la voz para proteger la flora y la fauna de las tierras que quedarían anegadas, pero todo fue en balde. Actualmente, el embalse de Riaño está entre los 10 más importantes de España.
TODO BAJO EL AGUA
El año 1987 transcurre en Riaño con la sentencia de muerte recorriendo sus calles. Los más jóvenes tratan de agarrarse a las últimas esperanzas de los movimientos ecologistas que se están llevando a cabo para impedir el llenado del embalse, al tiempo que intentan recorrer los caminos y disfrutar por última vez de lo que hasta ahora ha sido su hogar. Las aguas lo cubrirán todo a final de año y, bajo ellas, quedarán no solo sus pueblos y sus casas, sino también sus recuerdos, su memoria común. Las manifestaciones y protestas recorren también las calles de Madrid, clamando por la cancelación del proyecto, pero se dan de bruces con el muro inamovible y helado de la administración, que ya ha decidido y no va a dar ni un paso atrás.
El verano de ese 1987 está cubierto de una fuerte melancolía. Los habitantes de Riaño saben que harán de ir a vivir a otro sitio y que su pueblo, sus raíces y sus recuerdos serán primero echados a bajo y luego inundados. Toda la novela está cubierta de ese manto de tristeza y rabia, de la certeza de que, al igual que podemos quedar huérfanos de padres, el destino nos puede dejar huérfanos de nuestro lugar de origen.
Riaño es una novela con un fuerte trasfondo social y también supone una denuncia y una reivindicación: la de la hoy llamada España vaciada, que en aquellos años empezaba a ser una realidad demasiado penosa. Inmensas zonas de pueblos abandonados porque la maquinaria del estado nunca hizo nada por mantenerlos con vida. La soledad del campo que se agosta y se muere y, quienes quedan, resisten con la firmeza de los héroes en condiciones de hace cincuenta años.
Ambientada en León, en la comarca de actual embalse, y en Madrid, Riaño contiene un buen número de componentes románticos (en cuanto al recuerdo y al amor por la tierra) y costumbristas, descubriéndonos ese mundo rural que casi ha desaparecido, las tradiciones, su modo de vida, la naturaleza que lo rodeaba. Lo que más emociona es esa sensación constante de muerte lenta, de saber que todo acabará de la peor manera posible y que solo queda agarrarse a los recuerdos que se quedan solos gritando su impotencia.
La novela mezcla la realidad de los hechos, que tuvieron lugar en 1987, con la ficción, utilizando a sus personajes como portavoces de una realidad que en aquel momento era demoledora: daba igual su opinión, el embalse se llenaría y se llevaría por delante los pueblos y todas las pequeñas historias de sus habitantes. Sí, habría pueblos nuevos, construidos para sustituir a los que iban a desaparecer, pero necesitarían años para tener alma y calidez.
Solo tengo un par de "peros" que ponerle a esta novela: que hubiese necesitado una corrección más y una edición más cuidada, ya que hay errores en la puntuación y en la construcción de algunas frases. No son excesivamente graves, pero están aunque, por fotuna, no empañan demasiado la lectura ni la ralentizan. También he echado de menos un poco más de intensidad en el perfil de algún personaje y que ciertos diálogos sonasen más naturales, pero, como en el caso anterior, tampoco supone nada insalvable.
Es Riaño una novela sobre nuestro pasado más reciente. Siempre merece la pena echar la vista atrás y aprender o, al menos, extraer alguna lección de lo sucedido. O, al menos, saber qué ocurrió y lo que se esconde bajo la lámina cristalina de las aguas del embalse de Riaño.
No hace tanto leí un libro de Julio Llamazares que también hablaba de estos pueblos enterrados bajo pantanos, él lo sufrió de pequeño y siempre ha reivindicado de alguna manera el mundo rural en sus libros. Para mí lo que se les hizo a esta pobre gente, fue una agresión a su pasado, a sus raíces, a su modo de vivir, a sus recuerdos. Nostalgia es lo que muchas personas que tuvieron que irse de su lugar de nacimiento sienten, mis abuelos por ejemplo como tantos otros que tuvieron que buscarse la vida en otros lugares, pero la nostalgia de un lugar al que ya no puedes volver porque no existe, eso es una verdadera tragedia.
ResponderEliminarMe apunto esta lectura que nos traes, que seguro la leeré.
Un saludo.
Es tremenda esta historia, Yolanda y yo la verdad, tendría dieciséis años por entonces, que no son poco, pero andaría pensando en salir por ahí a divertirme y no recordaba esto.
ResponderEliminarUn besote.