Como me daba una vergüenza horrible confesárselo al autor (lo hago ahora con el mismo dolor de corazón), decidí encargarlo, comprarlo y seguir leyendo, porque la historia me había enganchado. Tardé un poco en recogerlo, porque andaba de pruebas médicas, y tan feliz me lo llevé a casa para seguir con él. Pero ya estábamos en pleno verano. En agosto, cuando me operaron, (nada grave, por suerte), con las curas, los puntos y los paseos al cirujano lo dejé triste y solito en la mesilla. Y desapareció. Con tanto lío no me di cuenta hasta que ya pude mover el brazo bien para sujetarlo y no lo encontré. Resumiendo: mi hija, al limpiar la habitación, lo metió en uno de los cajones de la cómoda y ni se acordaba. Allí lo hallé, con la alegría de quien descubre el Santo Grial. Y por fin ¡¡POR FIN!! pude acabarlo y venir a contaros lo bien que me lo he pasado con su lectura.
Una novela negra y policiaca, con personajes diferentes, con una trama enrevesada que no sabes por dónde te va a salir y con un final inesperado. De esas que te dejan el regusto de "no me lo puedo creer", pero que es algo que podría pasar perfectamente. Pasad y poneos cómodos.
NO DEJES QUE LA REALIDAD TE ESTROPEE UNA BUENA NOTICIA
El comisario Benítez, con treinta años de policía a sus espaldas y tras un año de excedencia, es puesto al mando de la investigación de unos extraños secuestros que llevan teniendo lugar desde hace tiempo, todas con el mismo modo de actuar: los asaltantes entran en casas de parejas acomodadas, los drogan y se llevan a la mujer, que acaba despertando fuera de casa y sin saber qué ha ocurrido. Se habla de que han sido violadas, pero ninguna puede dar un testimonio fiable. Las víctimas no tienen relación unas con otras y su colaboración con la policía es caótica: las que quieren colaborar, apenas puede aportar nada, muchas ni siquiera quieren hablar y la que sí podría decir algo coherente se ha acogido a la protección jurídica para no hacerlo.
Paralelamente se produce el asesinato de Alejandro Arespacochaga, una muerte brutal y excesivamente cruel de un hombre vinculado con la ingeniería militar y con muchos y poderosos contactos en Hispanoamérica. Esto hace que el capitán Gómez Patiño se erija como portavoz del Ministerio de Defensa y trate, por su lado, de averiguar más sobre lo sucedido.
Mientras tanto, la prensa está haciendo su agosto. Las teorías sobre los secuestros que tienen a Madrid en vilo son cada vez más peregrinas y sensacionalistas y la muerte de Arespacochaga se intenta tapar en un marasmo de nuevas noticias de la crónica negra.
Muchas son las piezas que maneja Pedro Conde en esta novela que, como lector, no aciertas a saber encajar. ¿Qué tienen que ver los secuestros de las mujeres, en los que no se pide rescate ni hay ninguna contrapartida, con la muerte de un vendedor de armas?¿Y qué tiene que ver en todo este entramado Juan Viñas, un hombre inteligente y triunfador, empeñado en una cruzada a favor de las personas con síndrome de Down después de que su hijo Jaime naciese con ese "cromosoma maldito"? ¿O su amigo Jesús Zamacola, que tiene la misión de despedirle de la empresa que Viñas levantó años atrás?
Conde hace una crítica feroz a los medios de comunicación y a cómo devoran, mastican y olvidan con la misma celeridad hechos atroces. Los mismos medios capaces de opinar de todo, aunque no tengan apenas formación ni información. Mientras que la muerte de Arespacochaga interesa taparla por los negocios que mantenía y por la paralela guerra sucia que se está llevando a cabo contra el terrorismo islámico, los secuestros y posibles violaciones de mujeres pueblan los programas en los que prima el morbo y el amarillismo.
Benítez, que ha pasado una de las peores etapas de su vida personal, se encuentra al mando de la investigación de los secuestros de forma inesperada. Es perro viejo y, a pesar del año de excedencia, sigue manteniendo su olfato; sus superiores buscan una nueva mirada al caso, estancando en cuanto a pruebas y testimonios. Junto con su subordinado, Paco Jiménez, tiran de experiencia e intuición para ir dándole una nueva visión a las pocas pruebas y a los escasos testimonios. Ambos se conocen bien, son también amigos. Me ha gustado ir conociendo sus historias personales, duras y similares, y la relación que mantienen, en la que con pocas palabras o una simple referencia a algo se entienden perfectamente. No van a rendirse, aunque se van encontrando piedras cada vez más grandes en el camino.
El capitán Gómez Patiño, un militar experimentado, resolutivo y al que no le tiembla el pulso a la hora de tomar decisiones, sabe también que tiene entre manos un asunto que les puede estallar en la cara con el asesinato de Arespacochaga, de ahí su interés en silenciarlo de cara a la opinión pública. Va a usar todos los recursos, incluso las puertas traseras necesarias, para conseguir saber la verdad. El perfil del capitán, frío profesionalmente pero con una vida familiar que le gusta cuidar, es de lo más interesante y está muy bien desarrollado.
La trama más extraña, por decirlo de algún modo, es la que protagonizan Jesús Zamacola y Juan Viñas, amigos de siempre y durante muchos años que, últimamente, se han distanciado algo. Jesús tiene que cumplir una misión laboral que no le hace ninguna gracia, pero que también considera necesaria, y Juan parece haberse embarcado en un proyecto personal que cada vez le absorbe más. Él y su mujer han conseguido que Jaime, su hijo, a pesar de ser síndrome de Down, haya tenido una vida intensa y razonablemente feliz, pero están convencidos, con la razón de los iluminados, de que las personas afectadas por ese síndrome pueden ser inteligentes, capaces, útiles y capaces de lo que sea. Jaime, a pesar de sus limitaciones y ya adulto, es listo, irónico y buen conversador, pero a veces su sonrisa parece esconder muchas cosas.
Como os decía antes, me ha gustado leer Una maldita casualidad. Si tengo que ponerle un pero, aunque es muy pequeño, es que en algunos diálogos me ha dado la sensación de que me faltaba información. Los protagonistas hablan de cosas que ellos saben pero no el lector, como referencias al pasado o, en el caso de los policías, a otros casos en los que trabajaron. Supongo que el autor quería darles esa naturalidad que hay en todos. Nunca son diálogos impostados, son los que podríamos escuchar o compartir nosotros mismos. El ritmo también es muy ágil, con capítulos cortos y pasando, a través de los apellidos de los protagonistas, a las diferentes visiones y tramas. Y os aseguro que la resolución y cómo están imbricadas todas las tramas os va a sorprender. Casi nunca las casualidades existen. ¿O quizá sí?
Hola, Yolanda. Agradezco tu recensión y tu generosa crítica... Encantado te hubiese remitido yo mismo el ejemplar. Creo que das en la diana, aunque, con tu permiso, quisiera añadir una nota... Reconocemos la inteligencia sólo en la violencia? Un millón de gracias
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