viernes, 15 de marzo de 2024

LA ÚLTIMA NOCHE CON EDU de Enrique Pérez Balsa

Os he hablado anteriormente de este autor y tengo que volver a traerlo. Enrique Pérez Balsa tiene la fascinante habilidad de hacer que me olvide del resto del mundo mientras leo sus novelas y ni siquiera soy capaz de explicar el porqué. Quizá porque sus protagonistas son, en general, un desastre a los que nunca nada les sale bien y, si les sale, sabes que la bofetada posterior va a ser antológica. Ya con El edén de las manitas de cerdo, con la que obtuvo el Premio Wilkie Collins de Novela Negra, me ganó para los restos. Hacía mucho, entonces, que no me reía así con una novela y eso que al pobre protagonista (un tipo sin un duro, con un divorcio a la espalda en muy malos términos y dos hijos casi adolescentes con muchos gastos) le pasaba de todo cuando, para ganar algo de dinero, decide hacerse "hombre de compañía" aconsejado por un compañero de trabajo. Os aseguro que llegué a llorar de risa en muchas páginas a pesar de la trama negrísima que se iba desarrollando. En su siguiente novela, Prohibido, nos llevaba al sórdido mundo de la prostitución masculina y las adicciones, consiguiendo, también, sacarme más de una carcajada, algo realmente sorprendente en semejante submundo.

Y ahora llega La última noche con Edu y otro submundo tan pútrido o más que los anteriores: el de los periodistas del corazón, capaces de lo que sea con tal de vender una noticia o unas fotos, aunque sepan que lo que muestran o cuentan está, como poco, tergiversado. O es simplemente mentira, que también. Nuestro protagonista es un sujeto a quien te dan ganas de asesinar con saña y con quien, a la vez, empatizas de una forma peculiar. Por bocazas, borde, borracho y putero...y desgraciado, porque es un especialista en meterse en charcos cada vez más grandes. Agarraos al sofá, que La última noche con Edu viene fuerte.

"SIEMPRE ES MEJOR HACER LAS NOTICIAS QUE LEERLAS" - WINSTON CHURCHILL

Ramos está casi en la cincuentena y es adicto a muchas cosas: principalmente a la bebida (se bebe las cervezas de ocho en ocho) y al tabaco. Come de pena, sus horarios son un caos, pero hay una droga que le consume de forma especial: el dinero. Sería capaz de cualquier cosa por él. Ramos es periodista o, al menos, eso quiere creer y eso pone en su tarjeta de visita, y es capaz de lo que sea para publicar los trapos sucios de los famosos. Le importa muy poco cómo consiga las fotos o la información, lo que cuenta es que, con cada reportaje, se lleva un buen dinero al bolsillo. Su otra perdición son las mujeres. Resumiendo mucho: todas le vienen bien y para todas tiene una frase grosera o una propuesta subida de tono. Ramos cree, y lo cree de verdad, que son piropos y no entiende los cabreos que provoca. Además, cuando bebe más de lo que es habitual para él (que ya es mucho), se transforma por completo y es capaz de liarlas muy gordas.

A pesar de este currículum, Ramos mantiene su trabajo para una revista porque es capaz de conseguir fotografías o historias de famosos realmente comprometidas. La directora no le soporta, pero sabe que con él tiene un filón. Y también mantiene a sus amigos de toda la vida, Edu, Jaime y Alejandro, con los que, de cuando en cuando, de reúne para comer y ponerse ciegos de copas hasta la madrugada. Es uno de estos días cuando la cosa se tuerce y, lo que empieza con la tradicional comida con sobremesa etílica, acaba con Ramos, Edu y dos chicas en casa de este. Y lo peor es que entre el alcohol y otras sustancias muy poco legales, cuando ambos se despiertan, la casa es un campo de batalla, ninguno recuerda lo que ha pasado, Ramos tiene la nariz rota y les han robado. Este es el inicio de una peculiar bajada (aún más) a los infiernos de Ramos. En su búsqueda de saber qué les ha ocurrido y de tratar de localizar a las ladronas, se verá envuelto en un asunto muy turbio y en una espiral de problemas y violencia con la que no contaba.

M.A.R Editor, la editorial que publica esta novela, señala en su contraportada: "Si alguien pensaba que el realismo sucio estaba muerto, que abra estas páginas" y, desde luego, es una gran carta de presentación. Al leer la contraportada, lo que no suelo hacer, aunque en este caso me pudo la curiosidad, por un momento pensé que iba a encontrarme algo del estilo a La senda del perdedor, de Charles Bukowski y bueno, algo de eso hay, pero siempre con la seña de identidad de Enrique Pérez Balsa: su brillante humor negro, capaz de hacerte reír en las situaciones más tremendas.

Ramos, como los protagonistas de sus novelas anteriores, es un personajazo. Tiene todo para resultar aborrecible, pero, al mismo tiempo, mientras estás deseándole las siete plagas de Egipto, también quieres que algo le salga bien de una buena vez. Es un alcohólico que no quiere dejar de beber a pesar de darse cuenta de que se está matando, no le hace ascos a las drogas si llega el caso, no tiene moral ni principios, para él lo único que importa es que le dejen en paz, seguir ganando dinero con una actividad que hace daño a muchos y, siempre que sea posible, acostarse con cuantas mujeres pueda. No acepta consejos, parece incapaz de sentir nada por nadie y todo en su vida es sucio: desde su piso, en el que la limpieza ya ni siquiera es un recuerdo, hasta su profesión, en la que todo vale por dinero, aunque sea destrozando la vida de quien se le ponga por delante. 

Hay en esta novela una crítica despiadada hacia la sociedad actual en general y la prensa amarilla en particular. Los valores y los principios han caído a un plano inferior y lo que prima es el interés, lo económico y conseguir, como sea, momentos efímeros de supuesta felicidad. Los sentimientos, el amor, los afectos quedan desdibujados bajo capas de desencanto, egoísmo y apariencias. La historia que se nos cuenta no es extraordinaria, no hay nada en ella que destaque si no es por su sordidez, aunque tal y como nos la cuenta Enrique, desde la personalísima voz en primera persona del incombustible Ramos, hay momentos en que no puedes evitar reírte. El retrato de nuestra actualidad resulta un tanto descarnado, cierto, y seguramente muchos podemos pensar que algo así no nos sucedería nunca. Pero, ¿estamos seguros de ello?

La última noche con Edu es una novela que de ninguna manera deja indiferente. Sabe manejarse perfectamente entre el "lo sabía, te lo dije" y el "pobre, tampoco se merece tantos palos" y cuenta con un personaje central que te desespera, a quien puedes odiar concienzudamente y, al tiempo, te dan ganas de hacer algo para redimirle de sus muchos y diferentes vicios. Es un locuaz metepatas al que el alcohol le hace pensar que todo le va a salir bien incluso cuando la peor realidad le parte la cara. Literalmente. 

Personalmente, creo que una de las mejores cosas que tiene esta novela, además de su protagonista, son los diálogos. Son tan auténticos, tan reales, que parece que estás en la mesa de al lado escuchando. Lo cierto es que toda la novela es de una naturalidad aplastante y eso consigue que el lector se quede mirando, que se muera de curiosidad por ver hasta dónde le va a llevar todo lo que está pasando al "bocachancla" de Ramos. Aunque os parezca mentira, habrá hasta un momento en que demuestre que hay algo dentro de su pecho que no son litros de cerveza.

Estamos ante una novela capaz de hacer brillar las situaciones más grises y oscuras, en la que viviremos junto a Ramos momentos muy tensos, de los que no se pueden resolver a plena luz, sino en algún rincón que la sociedad en general prefiere no conocer. La pregunta que nos hacemos mientras leemos es si todo lo que le va a caer encima a Ramos servirá para que se de cuenta de que ha de cambiar. O, al menos, le dará algo en lo que pensar. ¿Hacemos una apuesta?


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