Si ya con La maestra de Sócrates, su anterior novela, nos llevaba a conocer a Diotima, una mujer sabia que llegó a impresionar y a influir en el filósofo del título, adelantada a su tiempo y capaz de reescribir, de algún modo, la historia de la filosofía, en Olimpia mantiene la misma línea: contar la vida de otra mujer poderosa, fuerte y llena de matices cuya influencia no fue sobre un filósofo, sino con uno de los grandes generales y conquistadores de la Historia: Alejandro Magno. Nos vamos al siglo IV a.C. a conocerla.
SERÉ LA MADRE DE UN DIOS
En el año 357 a.C., Mírtale, una joven princesa de Epiro, contrae matrimonio con Filipo, el rey de Macedonia. Filipo ya tiene otras esposas, pero elige a Mírtale como su favorita. Mírtale tiene sueños premonitorios y un "consejero", Diocles, capaz de interpretarlos. En uno de ellos se le anuncia que su futuro hijo lo será también del mismo Zeus. Su afición por las serpientes, a las que trata como animales domésticos, no es del agrado de su esposo y, tras el nacimiento de su hijo, esto, sumado a su condición de extranjera, le granjeará el rechazo de muchos.
Si bien es cierto que no se conoce demasiado de la vida de la madre de Alejandro Magno, Laura utiliza los datos ciertos con una narración en primera persona para crear una historia tan apasionante y luminosa como cruel y oscura a veces. Mírtele, que cambiará su nombre por Olimpia cuando nazca su hijo, se verá envuelta en intrigas palaciegas y cortesanas que esconden interesadas luchas de poder. Su hijo ha desplazado como heredero a otro niño, la tensión es constante a su alrededor. Pero Olimpia tiene un carácter férreo, es inteligente y sabe usar sus armas. Además cuenta con la autoridad moral que le otorga ser madre del futuro heredero de Filipo de Macedonia. Si hay que luchar contra el mundo entero, Olimpia lo hará. Por su hijo.
Podría decirse que Alejandro Magno llegó a ser quién fue por la influencia directa de su madre. Y aquí escuchamos desde la primera línea la voz de Olimpia contando su vida, desgranando sus certezas y sus miedos, con un estilo muy directo que no abunda en largas descripciones; tampoco hay en Olimpia una narración densa y detallada, de hecho se producen constantes saltos en el tiempo, a veces breves, a veces un poquito más largos, que lo que consiguen es agilizar la acción y llegar a los puntos fundamentales que Laura Mas marca como más importantes en la vida de la protagonista.
Y aún así, siendo ella quien narra, en ningún momento se ocultan a lector las esquinas más oscuras de Olimpia, las cosas a veces terribles que hubo de hacer para conseguir que su hijo llegase a trono. En ningún momento Laura trata de "blanquear" al personaje, nos la muestra con todas sus luces pero también con todas sus sombras. Olimpia fue capaz de lo mejor para encumbrar a su hijo, pero también de lo más terrible en una época en la que la vida no estaba garantizada y menos en los salones de los palacios. No se dulcifica al personaje, aunque sí se muestra un amor casi sobrehumano por su hijo, algo que, a pesar de que Olimpia lo considera normal, no parece demasiado natural a nuestros ojos.En el libro van a aparecer secundarios de lujo, como el propio Filipo de Macedonia, Aristóteles o Platón. Y se mencionan muchos aspectos de la filosofía clásica y la mitología llevada a la literatura del momento, como La Iliada. Eso hace que la ambientación, sin contar con elaboradas descripciones ni dar todo lujo de detalles, sea muy real, nos transporta con facilidad a la época y al modo de pensar de Olimpia. A sus decisiones. Ella no se justifica, hace lo que considera que debe hacer, aunque eso signifique mancharse las manos de sangre.
Me ha resultado muy interesante la correspondencia que Alejandro y su madre mantenían cuando él estaba lejos.Se sabe que esas cartas existieron, pero Laura, en este caso, utiliza la ficción para dotarlas de contenido, al igual que lo hace para llenar los huecos que existen en la biografía de Olimpia. En todo caso, esa ficción es verosimil y se sostiene sin dificultad porque mantiene la lógica de pensamiento de la protagonista y se sujeta bien a los hechos que sí se conocen. Es obvia, incluso hoy día, con tantos siglos por medio, la influencia que tuvo Olimpia en la vida de su hijo, en las decisiones que tomó y en la mayoría de sus actos.
Sin desvelar nada del final, por supuesto, sí puedo contaros que la novela no termina con la muerte de Olimpia o con sus últimos días. He tenido la sensación de que el sol que la iluminaba se pone y su vida se tiñe por completo con la oscuridad del ocaso; hay mucho de melancolía en las páginas finales.
Animaos a conocer a Olimpia. Escucharla es también escuchar la voz de un mundo que ya no existe, pero que fue el faro de una civilización. Un eco de lo que fue y se perdió, aunque sigue resonando fuerte, constante, recordándonos que estamos sostenidos por sombras de gigantes.
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