martes, 31 de mayo de 2016

VOLVER A CANFRANC de Rosario Raro



Conocí la estación de Canfranc en mi segundo año de universidad. Estaba pasando unos días de verano cerca de Jaca junto con mi familia y una mañana de sábado subimos hasta allí. No puedo olvidar la impresión que me causó la hermosísima estación que, a pesar de parecer hundida en un mar de abandono, surgía imponente, casi irreal. Dentro, los escombros y las maderas tiradas por todas partes provocaban una especie de tristeza vieja, aunque al mirar las preciosas taquillas de madera, las ventanas, el acceso a los andenes podías intuir su pasado brillante envuelto en millones de partículas de polvo en suspensión. Entramos a tomar algo en un bar cercano y un señor amabilísimo nos contó cosas de la estación. Recuerdo que nos habló de judíos huyendo desde Francia pero es un recuerdo que se me había borrado de la memoria hasta que leí este libro, “Volver a Canfranc”.

Me apasionan los hechos históricos poco conocidos. Saber sobre ellos, tener detalles. Poder verlos hasta con la imaginación. Y la estación de Canfranc ha vivido episodios que darían para películas, series y hasta documentales. Pero es España y no hablamos de la resistencia francesa (aunque en los hechos que aquí se narran está presente de forma tangencial) ni de los espías ingleses o alemanes. Parece que le falta glamour cuando la realidad de los hechos fue terrible pero también esperanzadora. Todo muy español: cómo nos gusta ningunearnos, olvidar lo que fuimos, tirar a los pies de los caballos a nuestros héroes o figuras históricas. Así nos va. Esta novela nos reconcilia con unos sucesos que cambiaron la vida y el rumbo de la historia para muchos, con protagonistas que se hacen grandes, enormes, aun cuando no tuviesen conciencia de ello y sólo aspirasen a salvar vidas. Incluso las suyas propias.

LA AUTORA: ROSARIO RARO


Nacida en Castellón en 1971, se doctoró en Filología y estudió Técnicas de Escritura Creativa en la
Universidad Mayor de San Marcos y en la Pontificia Católica del Perú, país en el que vivió
durante casi diez años. También cursó un Postgrado en Comunicación Empresarial y otro de Pedagogía en la Universidad de Valencia. Imparte numerosas conferencias y dirige un Aula de Escritura Creativa en la Universidad Jaime I de Castellón. Entre sus obras encontramos “Carretera de la Boca do Inferno”, “Surmenage”, “La llave de Medusa” y “El alma de las máquinas” entre otras. Muchas de sus novelas han sido traducidas a otros idiomas, como el japonés y el francés y ha sido galardonada con varios premios literarios tanto a nivel nacional como internacional.

DESCUBRIENDO “VOLVER A CANFRANC”


Corre el año 1943. Varios empleados de la estación de Canfranc y del hotel que alberga en sus instalaciones se juegan la vida a diario en la tarea de conseguir pasar por delante de las miradas de los soldados nazis, que ostentan el control de la estación, a decenas de judíos europeos que huyen de la deportación y la muerte. No les importa el precio a pagar ni los riesgos que puedan correr: Canfranc es una esperanza, una puerta de paso hacia la libertad, hacia otras patrias en las que no resuenen los cristales rotos ni haya chimeneas en campos de exterminio que lancen miles de almas hacia las nubes.

En el hotel de la estación, una habitación secreta sirve como alojamiento breve para quienes ya lo han perdido todo excepto el deseo de vivir. En esa habitación, Jana Belerma, camarera del hotel, se encarga de facilitarles comida, descanso y nuevos documentos tras haber llegado escondidos en trenes que se ocultan a la luz del sol. El jefe de la aduana, Laurent Juste, dirige una red que trata de salvar a cuantas personas lleguen por ese camino, atravesando el túnel de Somport. Los dos, y todos quienes saben y callan en Canfranc, conocen perfectamente los riesgos, pero igualmente actúan. Cuentan con la ayuda inestimable de Esteve Durandarte, una especie de bandolero y hombre para todo de infinitos recursos, que se esconde en las montañas y que colabora para que los refugiados que huyen consigan su objetivo.

Con nuevas identidades, decenas y decenas de exiliados van cogiendo nuevos trenes desde Canfranc hacia Portugal o hacia el sur de la península, muchos intentando llegar a puertos en los que embarcar hacia América. Laurent, Jana y Esteve, a pesar de los riesgos y del miedo  por verse descubiertos, mantienen fija y fuerte la red que procura la libertad a tantas personas. Y todo bajo la bandera de la cruz gamada que ondea insolente sobre la estación y los fríos ojos de los soldados nazis.

LA ESPERANZA SE LLAMA CANFRANC

 

Comentaba al principio lo que nos narró a mi familia y a mí un hombre mayor en un bar de Canfranc. Nunca había vuelto a recordarlo hasta que leí la novela de Rosario Raro y me pareció volver a verle, acodado en la barra, diciéndonos una y otra vez “por aquí se salvo mucha gente de los alemanes”. Si en aquel momento mi cabeza y mi corazón hubiesen estado a pleno rendimiento, lo poco que nos contó aquel amable señor habría bastado para que me lanzase a buscar información. Pero no corrían buenos tiempos para mí. Supongo que mi cabeza decidió guardar el recuerdo en espera de mejores momentos. Como éste.

La estación de Canfranc impresiona. Tanto por su tamaño y la belleza de sus líneas, como por su magnificencia delante de las montañas eternas que la cobijan. Es como volver a un pasado que quiere volver a salir a la luz, como si gritase bajito que merece la pena descubrir lo que en ella se vivió. Inaugurada en 1928 por el rey Alfonso XIII y construida con una clara influencia de la arquitectura francesa, destacan por encima de ella sus tejados curvos de pizarra. Se construyó para conseguir un paso a través de los Pirineos que conectase Francia con España a través del túnel de Somport y en su construcción se usaron principalmente el cristal, el hierro y el cemento, como primaba en la arquitectura modernista del momento. Actualmente las vías están cubiertas de hierba y el edificio de la estación, aunque se trata de recuperar y restaurar, es como un gran navío varado. En la parte francesa todo ha desaparecido, se desmanteló. En la española llegan algunos trenes, apenas dos al día. Nada que ver con el tráfico constante de su época de esplendor, con los peregrinos de Lourdes, vagones y vagones de mercancías, amantes del esquí, viajeros de todo tipo.


Los nazis se hicieron con el control de la estación como si fuese parte de la Francia ocupada, ignorando con su habitual soberbia que también había una parte española. Pero el gobierno Franco consintió la presencia y el mencionado control. El descubrimiento real de cómo los nazis utilizaron esta estación y la ruta desde Francia para sacar el famoso oro nazi y también cómo fue la vía de escape para muchos judíos, comenzó a finales del año 2000 , cuando Jonathan Díaz, un francés hijo de emigrantes españoles, descubrió por casualidad en las vías del tren unos documentos que hablaban sobre el tráfico de toneladas de oro del expolio nazi durante la Segunda Guerra Mundial con destino a España y Portugal.

En “Volver a Canfranc” Rosario Raro utiliza los hechos reales sucedidos en esta estación para contarnos una historia apasionante, en la que podemos sentir la angustia de los que escapan del horror dejando todo atrás y de los que les ayudan, jugándose su propia vida. Laurent Juste, un hombre cabal, recto, valiente, es la cabeza de una organización compuesta por franceses y españoles que intenta salvar cuantas vidas sean posibles. Lo tienen todo organizado y establecido, pero la continua presencia de los alemanes, casi respirándoles en el cuello, aumenta su angustia. Esta es una de las cosas que Rosario mejor nos transmite: el valor inmenso de los protagonistas que se hace más heroico por estar revestido del miedo a ser descubiertos. Casi podremos sentirlo dentro de nosotros mismos. Laurent Juste y Jana Belerma están en la propia estación, son quienes cargan con mayor responsabilidad. Están dibujados de forma muy precisa, terminaremos por conocerlos a la perfección sobre todo porque veremos dentro de sus corazones. El temor de Laurent de que lo que hace perjudique a su familia. La historia personal de Jana, llena de rincones oscuros pero también llena de esperanza, de compromiso. De amor.

De amor, sí, porque Jana es capaz de amar incluso en unas circunstancias como las que le están tocando vivir. Sus ojos sólo miran hacia Esteve Durandarte, el bandolero, el hombre de las montañas, apuesto y duro, que les ayuda con toda la logística de la huída de los judíos. Durandarte es casi un antihéroe, porque a pesar de hacer todo por ayudar a sus amigos de Canfranc hay algo en él oculto, desconocido. Una especie de sombra que no acertamos a descubrir. Nada vamos a saber de la historia de Durandarte excepto lo poco que la gente habla. Y la mayor parte de las cosas son suposiciones. Pero cuenta con un atractivo innegable y lo aprovechará en su favor. Jana le atrae, pero es prudente.


Con un lenguaje vigoroso, que nos sumerge con facilidad en la historia y nos hace empatizar completamente con los protagonistas, vamos a sentir como nuestros sus planes, sus nervios, el miedo a que los soldados nazis les descubran. A ellos o a sus protegidos. La llegada de Gröber, un alto mando alemán, dificultará mucho el trabajo de Laurent y Jana. Y también la de Durandarte, que aunque no vive en el pueblo, organiza maniobras de distracción para que los soldados alemanes miren hacia otro lado mientras Los que escapan logren refugiarse en la estación.

Nada en esta historia está ahí por casualidad. Laurent Juste es el alter ego de Albert Le Lay, el auténtico héroe de Canfranc, un hombre comprometido con la misión que había elegido. Tal era su compromiso que, tras finalizar la guerra, el propio De Gaulle le ofreció un puesto importante en el gobierno y el prefirió volver a Canfranc. Como muchos de los que salvaron la vida y que vuelven, año tras año, a mostrar a sus hijos o nietos la puerta por la que escaparon del horror. Jana Belerma y Esteve Durandarte toman sus nombres del Romancero Viejo español, apareciendo incluso en El Quijote. Belerma es una creación de los juglares que recorrían con sus romances los pueblos y que se recupera en el siglo XVI. Con ese nombre se designa a la dama ideal, llena de hermosura y virtudes. Durandarte es su enamorado, un caballero leal y valiente que ha de partir a la guerra y en la que muere heroicamente, pidiendo a su fiel Montesinos que le arranque el corazón y se lo lleve a Belerma.

Es evidente cómo Rosario ha querido marcar de alguna manera el carácter valeroso de Jana y Esteve. Y su historia de amor, que es, quizá, la que aporta algo de luz en sus almas. Insisto en que nada es accesorio en esta novela. Ni la crueldad de los nazis, convertidos en una amenaza constante. Ni las miradas aterradas pero esperanzadas de los que escapan. Ni el compromiso de Laurent a pesar de todo a lo que se expone. El amor de Jana y Esteve es como un punto de luz entre tanto sufrimiento, a pesar de que Esteve no deja de ser un perfecto extraño. Las historias paralelas en Canfranc y Zaragoza son el marco perfecto a la historia central.

“Volver a Canfranc” nos mantiene en una tensión continua que nos obliga a seguir leyendo. Y uno de sus méritos más importantes es que, al finalizar la lectura, queremos saber más de Canfranc, de lo sucedido allí. Crea curiosidad y eso es impagable, sobre todo cuando sepamos que personajes históricos tan conocidos como Josephine Baker o Alma Mahler consiguieron escapar de la barbarie nazi por allí. Es una historia redonda, apasionante, novelando hechos que sucedieron en realidad. El trabajo de documentación es brillante, de los que merecen reconocerse y el modo en que está escrito, dosificando la tensión con maestría, consigue que nos sumerjamos por completo en sus páginas.

Para mí, una lectura que recomiendo. Y eso, viniendo de alguien como yo, que no soy nada amante de las novelas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial, creo que significa algo.

Para finalizar, dar las gracias a Rosario por la bonita dedicatoria en este libro, que tuve la suerte de ganar en el sorteo de la Yincana Histórica. Confío en tener la suerte de que nos crucemos alguna vez y hablemos de Laurent, de Jana y de Durandarte. Va a ser apasionante.

Esta reseña participa en la Yincana Histórica, en el apartado de Segunda Guerra Mundial.

14 comentarios:

  1. Leí la novela hace unos meses y me gustó mucho. Los acontecimientos que allí sucedieron, realmente, son impresionantes y tenían que salir a la luz. Besos

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  2. La leí a principios de año y tengo respecto a ella sentimientos encontrados. Veremos en que queda cuando la reseñe. Me ha encantado la tuya. Besinos.

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  3. ¡Qué alegría me has dado! Imaginaba que te gustaría, aún sabiendo que el tema "contiendas" te horripila, pero esta historia que se narra en la novela es tan impactante y los personajes tan perfectamente descritos a pesar de ser tan emblemáticos, que trasciende más allá de gustos personales o fobias a determinados hechos ¿verdad?. Y, para terminar, decirte que me ha encantado la reseña, porque has transmitido con tu desparpajo característico la esencia de la historia y, si me apuras, has ido un poco más allá.

    Un beso.

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  4. Pues tu reseña es maravillosa, pero yo no sentí en ningún momento esa tensión, ese "respirar en el cuello" de los alemanes que comentas, me faltó toda la emoción que he sentido otras veces con este tipo de historias, tanto en literatura como en cine,ya que este tema y esta época son de mis preferidos y los he leído y visto mucho.
    Un beso

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    1. Ese tipo de sensaciones, como otras al leer, son subjetivas, claro. Quizá yo soy muy receptiva a las situaciones de tensión, pero creo que sí, que sobre todo en el caso de Jana son más que evidentes. Lo mejor de leer y comentar es que podemos tener puntos en común y otros no tanto. El pensamiento único es muy aburrido. Gracias por leerme y un beso.

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  5. Da gusto leerte. Me la voy a pedir, ademas lo de Canfrac me trae gratos recuerdos

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  6. También la reseñé ayer para la Yincana. A mí no me ha gustado tanto como a ti, si he disfrutado de la lectura y muhco de los datos historicos que nos ofrece, pero algunas cosillas han influido en mi valoración. Me ha faltado tensión en la trama, quizás en algunos momentos la hay... pero se queda en meras anécdotas, porque no pasa nada, es todo demasiado fácil. Los personajes "malos" deberían haberme dado terror y en su lugar me parece que quedan ridiculizados... No sé, por eso digo que me ha faltado algo, que esperaba mucho más, cuestión de gustos supongo...
    Me alegro de que tu lo hayas disfrutado mucho más...
    Un beso

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    1. Pues me paso a leerte ahora, que ayer estuve fuera casi todo el día y no me enteré. Leer es siempre una tarea subjetiva y, obviamente, cada uno tomamos partido o no por personajes, situaciones, hechos... Muchas veces depende de nuestro estado de ánimo o de cómo empaticemos con algún personaje. Pero siempre es estupendo tener varios criterios, justificar los porqués y compartir la experiencia. Gracias por leerla. Un beso.

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  7. Vaya, pues sí que tiene historia detrás esta estación. Me apunto la novela, que había oído hablar de ella pero bastante de pasada; ahora gracias a ti ya sé que tendré que hacerle un hueco.

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  8. Hola Yolanda, me quedo por aquí. A mi esta historia me gustó algo menos que a ti. Me falto un poco de alma en los personajes a pesar de ser una buena lectura y estar muy bien documentada.
    Besos

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  9. Lo tengo apuntado, me encanta la temática =)

    Besotes

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  10. Me encantó la estación de Canfranc y todo la historia que se guarda en ella. Gracias a la visita guiada, me llegó al corazón. Muy acertadas las palabras en el blog de Yolanda, "Todo muy español: cómo nos gusta ningunearnos, olvidar lo que fuimos, tirar a los pies de los caballos a nuestros héroes o figuras históricas".
    Habrá que leer el libro de Rosario Raro

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  11. A mi me encantó. Es una de mis lecturas favoritas de este año. Coincido en tus apreciaciones y ese bandolero.... Me tiene robado el corazón desde entonces. Bss

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